Dijiste que podríamos construir nuestro propio mundo con tan solo querernos y ahora miro desde fuera las ruinas de todo lo que llegamos a construir.
Nunca suelo decidirme entre cuando alejarme o intentarlo un poco más. Pierdes interés si te arrimas pero no te olvido cuando estoy sola en mi cama, porque tu puto olor sigue entre mis sábanas. Destruíste tan sólo con tocarme el muro que formé con las ruinas que dejaste la última vez. Quiero pedirte que no te acerques porque me junto más de la cuenta con que tu aliento me roce un poco la oreja.
Me hiciste sonreir a la cuidad que se extendía ante mis pies cada vez que me acostaba guardando cada milimetro de brisa que rozaba mis labios para ti y al final se me deshizo el mundo, ese mundo que contruímos con tan solo querernos en las putas manos.
Dijiste que seríamos invencibles como gigantes y caímos destruidos por nuestros fantasmas. Tu por mi. Yo por ti...
Dijiste que nunca tendría que contar los días que pasamos en uno sin el otro y cuatrocientos noventa y siete días después me pregunto en que momento del camino dejaré de contar, en que momento voy a encontrar un atajo para desprenderme de tu camino, que no ha sido fácil de avanzar...
Dijiste que no tendría que recordarte porque seguiríamos viviéndolo cada día y ahora tengo que hacer memoria y recordar todas estas palabras que son cicatrices, que fueron como seísmos sobre el mundo que construímos. Tú sueñas con que algún día pueda volver habiendo olvidado, sueñas con que algún día te diga "lo conseguimos" y sin embargo aquí me tienes, el dos de septiembre a las dos y media de la mañana escribiendote esto después de haberte visto, después de que intentando no buscarte me encontraras una vez más, pensando si realmente fui yo la única que creía que cuando decías "para siempre" iba en serio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario