lunes, 29 de julio de 2013

TE QUIERO, pero es raro.

Hoy hace OCHOCIENTOS VEINTITRÉS DÍAS que me dejaste, me cuesta decirlo en voz alta. 
Hace 823 días que amanecí en una isla desierta SOLA, sin nada, tú no sabes lo que es caer de un acantilado, lo que es estar en lo mas alto de una puta escalera y encontrar el suelo, el suelo más duro que jamás pisé. Entonces tuve pequeños flashbacks de el accidente de la noche anterior, recordé lo bien que iba todo hasta que falló algún circuito y el avión se estrelló, y aun tenía esa jodida sensación que que el avión se había estrellado hacía apenas minutos... Con toda esta mierda que te acabo de soltar, quiero decirte que yo no intenté ganar nuestra ruptura, tan solo intenté SOBREVIVIR a ella.
Días después en esa puta isla desierta en la que aunque estuviera rodeada de gente no dejaba de estar sola, encontré los restos del naufragio, nuestras risas, rimas, canciones, nuestros polvos, arañazos, gemidos, cada golpe, cada levantar de cejas, cada guiño de ojos.
Nosotros, digan lo que digan todas las parejas del mundo, éramos especiales.
Nos hacíamos grandes entre nosotros y la cuidad se encogía al tamaño de nuestra habitación cada mañana para vernos amanecer. ¿Manhattan? Una minucia al lado de tu dormitorio, me río de lo que llaman música al intentar si quiera compararlo con la música que eran tus gemidos.
Nosotros fuimos los que no supieron quererse y tuvieron que dejarlo por imposible... Qué tontos pensarán: El amor es fácil. Una puta mierda, si no duele no es amor, si no cuesta no es amor, si no arde no es amor, si no saltarías de un tren en marcha, no es amor, si no cruzarías el océano a nado por estar con el, coño, no es amor, si no merece la pena llorar por ello no es amor.
Y sé que lo nuestro lo era porque hoy, 823 días después sigue doliendo, sigue siendo una herida de guerra, de una guerra que perdí, o quizá sólo una batalla.
No sé X, hemos rehecho nuestras vidas, hemos abrazado otros cuerpos, besado otros labios, agarrado otras manos... Igual nos equivocamos y fue un puto error, y mis pulmones lo único que me piden es tu respiración, o igual fue un acierto, porque si no no sabría que te quise de verdad, porque a veces hay que alejarse del puzzle para ver la imagen, no vale tan sólo con ver una pieza.

domingo, 7 de julio de 2013

Llenar de sal los pliegues de tu espalda

Ella se veía devuelta como en una nube dentro de una nueva relación, la había costado horrores olvidarse de aquellas manos, aquellos besos, aquellos quebraderos de cabeza, y no estaba segura de haber olvidado del todo todos aquellos te quiero y sin embargo, se había embarcado de nuevo en el "amor" con otro chico, y volvió a redescubrir porqué se había enamorado, porqué a la gente le gustaba enamorarse... Después de meses y meses sola descubrió la felicidad o al menos pequeños brotes de ella en cosas tan simples como un abrazo... A ella siempre le fliparon los abrazos. Llevaba mucho tiempo ya saliendo con ese nuevo chico, era una noche especial. Ellos nunca se habían acostado, y quizá esa noche fuera la noche.
Ella estaba nerviosa, una cena en su casa, un poco de vino, velas, champagne francés, risas a media luz, mucha delicadeza, un tirante que se caía, un sujetador que se desabrochaba, él sonreía intentando transmitirla la confianza que necesitaba, y justo cuando creyó que ya lo había olvidado por completo, el apareció de nuevo en su cabeza, y el chico al que le hacía el amor volvía a ser él y no su novio actual, y ella le clavaba las uñas y se debaja llevar y por un momento, solo un momento creyó que todo era como antes y se vio en el cielo, pero desde el cielo vio el suelo de aquel piso donde se encontraba sobre su actual novio, que no era él, solo era una puta copia barata que no le llevaba a la suela de los zapatos y la lluvia en sus ojos quería romper, aunque ella fue fuerte y tan sólo una lágrima se escapó. Él la dijo que era maravillosa y ella se vistió deprisa sintiendose sucia, vil, como una puta, como alguien sin corazón, y quizá si no tenía corazón era porque se lo habían quitado...
Volvió a su casa casi sin despedirse, se llenó una copa hasta el borde y rememoró todos aquellos polvos que la hicieron volar, despedazó la copa contra el suelo y el vodka impregnó la alfombra, Benijo de Ándres Surez de fondo... Te veo en cada gaviota